sábado, 14 de noviembre de 2009

Objetos perdidos

Había estado muchas horas sentada esperando. ¿Esperando qué? Era un trabajo aburrido, un trabajo más. Analizaba cada sección de la pequeña habitación en la que me encontraba. Era empleada de una sala de objetos perdidos, que parecía que nadie quería volver a recuperar. Nunca ninguna persona había vuelto a buscar nada, y las pocas que lo habían hecho no habían encontrado lo que alguna vez habían dejado caer por ahí. Esperaba tal vez que algún día ocurriera, que mágicamente alguien se presentara y recuperara algo, por mas simple que fuera. A pensar de las largas y aburridas horas que permanecia sentada, amaba ese trabajo. Tenia tiempo para cualquier cosa, desde estudiar hasta pintar o a hacer alguna llamada. En el cuarto de los objetos perdidos podía ser quien quisiera, total nadie estaba mirando. No tenia amigos, no tenia familia; eramos yo y mi imaginación. Estaba sola por elección, porque odiaba tener que aparentar ser alguien que no era para que me dirigieran una palabra. Hasta entonces cada persona que había conocido me había exigido cambiar. Excepto una...
Una mañana como cualquiera llegue a trabajar después de haberme ocupado de varios trámites. No podía pensar, no podía hacer nada. Tenia hambre y me encontraba sumamente cansada. Pero había un detalle no tan pequeño: era mi cumpleaños. Estaba sola en mi cumpleaños y no sabia porque esta vez me dolía. Por alguna razon que me costaba comprender me encontrada debastada. Y aunque en ese momento evitara pensar en ello sabia que era porque en el fondo deseaba la compañia de una sola persona. Alguien por quien hubiese dado mi vida si hubiera sido necesario. Alguien que ya no estaba para mi.
Abrí la puerta, y había alguien en mi escritorio; mi jefe y alguien más. Me anuncié, y al voltear ambos sonrieron. Recuerdo que lo primero que me dijo aquel hombre fue.
-Bonjour, feliz cumpleaños.
¿Cómo sabía?, ¿Quién era? Sonreí, y hasta reí agrediéndole, me acerque me presente y le di la mano. Saludé al Señor Valdez. y deje mi abrigo sobre una silla. Me quede en silencio, esperando alguna respuesta acerca de la identidad de aquel muchacho.
-Es Marcos- dijo Valdez al mirarme.
Me quede helada, sin poder decir una sola palabra. Nunca creí realmente en el destino pero en ese presiso instante todas las cosas que pensaba eran ciertas habian cambiado. Mi mundo se habia dado vuelta.
Había venido desde Francia para hacerse cargo del 'negocio familiar' (así le decían a ese 4 por 4 donde yo pasaba horas sola) mientras su padre se encargaba de algunos asuntos de salud. Se había ido con su novia, 'el amor de su vida' como solía decirle a su abuelo. Habia viajado para empezar una nueva vida. El viejo Valdez (padre de mi actual jefe, y abuelo de Marcos) solía sentarse a hablar conmigo horas y horas. Supongo que era la única persona aparte de su nieto que no lo trataba de senil, o simplemente de loco. A pensar de que habia muerto, seguia vivo ahi, en cada rincón de esa habitación. Algo interrumpió mi pensamiento, algo dulce, algo que jamás había vuelto a sentir. Una mano sobre mis hombros, y dos minutos después Marcos en cunquillas a mi lado. Lo miré, me miró. Se acerco a mi oído y me dijo.
-Alguna vez has perdido algo
-Todo- Respondí sin pensar- Usted?
-Todo?
-Si, todo- Le dije casi al bordo del llanto.
-¿Sabes lo que es haber perdido el amor de tu vida?
-No, nunca amé. Nunca- Y aunque sabia que era la mentira más grande de toda mi vida, preferí callar la verdad. Estaba asustada, y todavía no podía creer que él estaba a mi lado.
-Entonces nunca has perdido nada, porque simplemente nunca arriesgaste como para ganar.
Que sabia de mi, de si había arriesgado o no... No sabia, pero estaba en lo cierto. Mi vida estaba diseñada para ser vivida sin grandes sorpresas. Ahí estaba yo, en la linea de lo seguro,
-¿Sabes lo que es haber perdido una familia?- Pregunté
-No
-Es como haber perdido el origen, es como no tener mas rumbo. No hay consejos, no hay nada. Un piso de apartamento vacío. Así se siente, un enorme vacío.
-Tal vez perder cualquier tipo de amor, cualquier contención, se sienta de la misma forma.
-Tal vez, tal vez...- Dije susurrando.Lo mire nuevamente. Sus ojos se llenaron de lagrimas, me beso la mejilla y se levantó. Solíamos ser algo... algo especial, algo que no tiene nombre para esta, ni para ninguna forma de vida. Su abuelo, su padre, todos decían que me quería, que siempre preguntaba por mi.
Recuerdo perfectamente cada detalle. Antes de irse, tan solo tenia 16 años y el unos 20. Entró a esta misma habitación donde hoy se sentía tan solo como yo. Entró y me dio una rosa roja, se acercó suavemente y posó sus labios sobre los mios. Despacio, con el mismo cuidado con el que un pintor le daba el ultimo detalle a su obra maestra. Se dio media vuelta y se fue. Corrí, corrí y corrí, pero jamás lo alcance.Su auto se había vuelto solo una mancha en el horizonte. Se había ido para no regresar. Cada día de mi vida recordaba la dulce sensación de ese beso. Lo amaba, profundamente, pero no podía decírselo. La bestia del miedo se había devorado lentamente mis palabras, y había puesto en una celda al amor.
Y mientras me perdía en sus ojos, recordé lo que su abuelo me decía:
- El amor verdadero, es aquel que se vive en un instante, que se va como arena entre las manos. El amor, es un segundo donde no hay más que un profundo silencio producto de un beso inolvidable. El amor verdadero es el que recuerdas a tal punto que podrías describir cada aroma, cada palabra y cada simple detalle. Es aquel momento en el cual uno hace el amor en mil sentidos. Hacer el amor en palabras, en un beso, en una caricia. Esa forma de hacer el amor.
Sentía que no había nada más en el mundo que nosotros dos, y ese silencio denso que nos aplastaba, y que a su vez nos revivía de a poco. Aquel aire punzante comenzó a hacerse más liviano cuando despegaron de su boca las palabras que cambiarían por siempre mi vida.

-Volví porque leí la carta que mi abuelo había dejado para mi. El sobre decía claramente que la abriera cuando creyera saber lo que era el amor. Estaba sentado en mi habitación poniéndome el traje, lustrando los zapatos y recordé que antes de dar el sí había algo que tenía que hacer. Tomé aquella carta, respiré hondo y la abrí. En cuanto comencé a leer sentí que todo lo que había creído hasta aquel momento ya no era así, en un segundo, en tan solo una fracción diminuta de tiempo había descubierto la verdad. Fue como volver a nacer. Me di cuenta de que había perdido algo hacia años, que lo había dejado caer solo porque creía haber encontrado algo mejor. Creía que amaba, y por ende me sentía amado. Me di cuenta que te había perdido, y que era tan solo uno más de aquellos idiotas que se dan por vencidos. Me di cuenta de que te amaba, y que nunca había podido quitar de mis labios el sabor de los tuyos.
Lo miré, mientras una lágrima recorría lentamente mi rostro.
-¿Alguna vez has perdido algo? me dijo.
Y mientras él me miraba, tomando mi mano con fuerzas, le respondí
-No le perdí todo- Y otra vez, supe lo que era el amor. Otra vez, sentí mi vida en las manos de otro.
-Feliz cumpleaños me dijo al oído.Volteó y cruzo la puerta...



Corrí, corrí y corrí... esta vez lo alcancé.