miércoles, 16 de febrero de 2011

Despedida.


Subió por la escalera de emergencia al techo de aquel edificio imponente, llevando en la mano derecha un bote de pintura y una brocha. Luego de recuperar el aire que habia perdido a raiz de tal esfuerzo comenzó con lo que había planeado hacer. En cada pinselada que daba plasmaba parte de su corazon. Cada trazo era una fracción del sentimiento que jamás habia logrado que se desprendiera de sus labios. Tardó al rededor de una hora y, abandonando en la azotea sus materiales de trabajo, volvió a bajar. En cuanto sus pies tocaron el suelo, se sintió segura de nuevo. Se siento segura porque sabía que estaba haciendo lo correcto. Cruzó la calle, se paró frente a una puerta y se dispuso a entrar. Tomando la llaves lo pensó dos veces y luego las coloco en el cerrojo. Les dio la vuelta lenta y torpemente, y finalmente entró.
Subió las escaleras hasta el octavo piso. Volvió a tomar las llaves e ingresó al departamento, quitándose los zapatos para evitar ruido alguno.
Se dirigió hacia la cocina donde preparó unas tostadas y un café. Decoró la mesa y se caminó hacia una de las habitaciones. Abrió la puerta despacio. Ahí estaba él, en el mas profundo de los sueños. Se sentó al borde de la cama, y lo besó, y así como en los cuentos el joven despertó. La miró por un largo rato, en silencio y luego le sonrió. Al cabo de un instante las palabras comenzaron a fluir.
-Vengo a despedirme- dijo ella.
Y otra vez él le sonrió
-No se cuanto tiempo voy a irme, si un mes o un año- dijo mientras pasaba su mano dulcemente por su cabello- No quiero que me esperes...
Él se incorporó aturdido pero aun así calmo. Nada parecía ser real, era como si todo estuviera hecho de polvo...como si todo fuera efímero.
Ella se levantó y se dirigió hacia la puerta. Frenó y volteó. Admiró a aquel hombre por ultima vez y se fue, estrenando una sonrisa.
Minutos mas tarde, tras escuchar el golpe de la puerta que se cerraba él se decidió a ir a la cocina. Al levantar la vista supo que todo estaría bien. Desde su ventana podía ver la maravillosa obra de arte en el techo del edificio de enfrente.
-Yo también- dijo entre suspiros, y luego se sentó a contemplar las palabras que ella nunca había dicho.

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